Huevo de tiburón blanco
El gran tiburón blanco no tiene más depredadores naturales conocidos que, en muy raras ocasiones, la orca. Podría decirse que es el pez macropredatorio más grande que existe en el mundo, y es uno de los principales depredadores de mamíferos marinos, hasta el tamaño de las grandes ballenas barbadas. También se sabe que este tiburón depreda una variedad de otros animales marinos, incluyendo peces y aves marinas. Es la única especie superviviente conocida de su género Carcharodon, y es la responsable de más incidentes de mordeduras humanas registrados que cualquier otro tiburón.
La especie se enfrenta a numerosos retos ecológicos, lo que ha dado lugar a una protección internacional. La UICN clasifica al gran tiburón blanco como especie vulnerable y está incluido en el Apéndice II de la CITES. También está protegido por varios gobiernos nacionales, como el de Australia (a partir de 2018).
La novela Tiburón, de Peter Benchley, y su posterior adaptación cinematográfica, de Steven Spielberg, describen al gran tiburón blanco como un feroz devorador de hombres. Los seres humanos no son la presa preferida del gran tiburón blanco, pero éste es, sin embargo, el responsable del mayor número de ataques mortales de tiburón no provocados contra los seres humanos.
Scooter tiburón blanco
El gran tiburón blanco es un depredador ápice, ya que no tiene más depredadores naturales conocidos que, en muy raras ocasiones, la orca[12]. Podría decirse que es el pez macropredatorio existente más grande del mundo, y es uno de los principales depredadores de mamíferos marinos, hasta el tamaño de las grandes ballenas barbadas. También se sabe que este tiburón depreda una variedad de otros animales marinos, incluyendo peces y aves marinas. Es la única especie superviviente conocida de su género Carcharodon, y es la responsable de más incidentes de mordeduras humanas registrados que cualquier otro tiburón[13][14].
La especie se enfrenta a numerosos retos ecológicos, lo que ha dado lugar a una protección internacional. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza cataloga al gran tiburón blanco como una especie vulnerable,[1] y está incluido en el Apéndice II de la CITES.[15] También está protegido por varios gobiernos nacionales, como el de Australia (a partir de 2018).[16] Debido a su necesidad de viajar largas distancias para la migración estacional y a su dieta extremadamente exigente, no es logísticamente factible mantener a los grandes tiburones blancos en cautividad; por ello, aunque se ha intentado hacerlo en el pasado, no se conoce ningún acuario en el mundo que se crea que pueda albergar un ejemplar vivo.[17]
Comentarios
Los tiburones blancos (Carcharodon carcharias) han adquirido una mala reputación por atacar a los humanos. En contra de los mitos y la desinformación, los tiburones blancos no desean a los seres humanos como presa. Para desentrañar el misterio que se esconde detrás de cómo los tiburones blancos capturan a sus presas, los científicos han examinado lo que comen estos tiburones y han experimentado con la forma en que atacan a sus presas.
Un gran tiburón blanco inmaduro no tiene el elevado metabolismo que necesita un tiburón adulto para mantenerse a flote y activo en aguas templadas. Su fuente de alimento suelen ser las rayas, otros tiburones y los peces óseos y cartilaginosos. Aunque un tiburón blanco adulto se alimenta de estos alimentos, así como de moluscos, crustáceos, tortugas marinas, aves marinas, nutrias marinas, cetáceos como los delfines y las marsopas, y cefalópodos como los calamares, prefiere los pinnípedos como los leones marinos y las focas.
Un proyecto sudafricano que estudia a los grandes tiburones blancos y a las ballenas francas australes ha realizado experimentos para comprender los comportamientos de ataque de los grandes tiburones blancos. Se preguntaron por qué algunas nutrias marinas y aves tenían heridas por sus encuentros con los tiburones pero no eran consumidas. Lo que descubrieron les llevó a la conclusión de que el primer mordisco que daba un gran tiburón blanco era para evaluar la grasa y el valor calórico del bocado que tenía en la boca. De alguna manera, el gran tiburón blanco es capaz de determinar si su presa es rica en calorías y grasa. Si la presa es rica en calorías y grasa, el tiburón da un fuerte mordisco y deja que la presa se desangre hasta morir en un proceso llamado desangramiento. Hasta el cincuenta por ciento de la composición corporal total de un león marino, una foca o un elefante marino es grasa, lo que convierte a estos animales en la comida favorita de los tiburones blancos adultos.
Juego del tiburón blanco
Los principales depredadores marinos dan forma a sus ecosistemas a través de la dieta y la nutrición (Machovsky-Capuska y Raubenheimer, 2020). A pesar de su importancia ecológica, los depredadores marinos sufren un declive de sus poblaciones y tienen conflictos con los seres humanos relacionados con la alimentación, lo que plantea importantes problemas de gestión (Heithaus et al., 2008; Guerra, 2019). Aunque es fundamental para contextualizar aspectos más amplios de su ecología (por ejemplo, movimientos, uso del hábitat) que son relevantes para abordar estos desafíos de gestión, la dieta de muchos depredadores superiores sigue estando mal caracterizada (Ramos y González-Solis, 2012; Machovsky-Capuska et al., 2016a).
Nuestra comprensión de los impulsores de la búsqueda de alimento en los depredadores marinos seguirá siendo limitada si las dietas se describen únicamente, sobre una base taxonómica, como la combinación de especies de presas que consume un depredador. La bibliografía proporciona abundantes pruebas de que las presas, en sí mismas, son combinaciones complejas y variables de macronutrientes (por ejemplo, proteínas, lípidos) y micronutrientes (por ejemplo, vitaminas y minerales) con diversas implicaciones funcionales para el consumidor (Simpson y Raubenheimer, 2012). Sin embargo, los marcos dominantes en la ecología de comunidades y de forrajeo se conceptualizan en gran medida en torno al valor energético (por ejemplo, el contenido calórico de la presa) como la única moneda que determina las decisiones de forrajeo (Lindeman, 1942; Stephens y Krebs, 1986). En cambio, un enfoque nutricionalmente explícito que distinga entre múltiples componentes funcionales del alimento (nutrientes) y vincule la fisiología, el comportamiento y la ecología puede permitir una mejor comprensión de las respuestas de los animales a su entorno (del Río y Cork, 1997; Raubenheimer et al., 2009).